17 agosto 2010

El Blanco

Fotografía de J. Orozco "Vendetta"

Sola y desfigurada ando empeñada en quimeras que no se a dónde me llevan. Regreso una y otra vez al interior de todo para escuchar la voz que me hace continuar, que me lleva a donde vive aquello que susurra y que habla de vida. Quisiera un imposible: saberlo todo y después comenzar de nuevo como la primera vez. Me empeño en vestirme con diferentes colores, marchar por caminos distintos, hablar distintos idiomas, usar al eco de mensajero y nada de ello me sirve. Vine desde el rojo y llegué aquí estirando el tiempo, pidiendo prestadas palabras desconocidas para poder hablar tu idioma y decirte, amiga, lo mucho que últimamente pienso en ti y las pocas ganas que tengo de conocerte. Estiro el brazo para poder tocarte y desapareces. Te veo, entre muecas, sobre oscuros montes y presiento tu espera. Regreso una y otra vez al interior del rojo y desde allí te contemplo como si ya fueras yo… y no lo eres, solo me susurras directo al corazón encogiéndolo, sirena cruel. Desde allí me miras y quisiera saber cómo será, aunque en realidad no importe ya: sé que esperaré el irremediable momento de conocerte y en el que todo se ha de revelar, mientras sigue donde estás; después de todo, sé dónde encontrarte.
He visto maravillas que han conmovido al mismo infierno, he sentido tristezas que me hicieron doblar las rodillas, he vivido placeres que marcaron eternamente mi cuerpo y su recuerdo me señala el camino que se aleja de ti, pero no me sacia. Necesito el blanco cerca, rodeándome, empujando mis manos a cincelar sobre él,  a moldearlo, a inventar escrituras alejadas del miedo, llenas de luz. Acércame esas caras iluminadas, hermosas, sonrientes, necesito sentir más, mucho más; necesito seguir cerca de todo. Necesito llegar al interior de todo y comenzar.



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Aquí no eres un extraño