24 octubre 2010

De manos y pies atados

Edvard Munch, El grito, 1893, Galería Nacional de Oslo.
Si el miedo, la apatía y la resignación van a ser las constantes de este inmenso rebaño de la especie humana, la democracia no tiene ningún instrumento para controlar los abusos del implacable poder económico y financiero, que comete crímenes horribles. Si no hay instrumentos, ¿cómo se puede seguir llamando democracia? Es una democracia de manos y pies atados.
“El paso del gran pesimista”, Semanario Universidad, San José de Costa Rica, 30 de junio de 2005
José Saramago en sus palabras

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