01 marzo 2011

No ha lugar

Les feuilles mortes
No era el chas chas de la escoba ni los tacones apurados de la mujer chillona. Era un sonido suave, encantador. Salí del cubil y me asomé con precaución. Ahí estaba el hombre soplando su palo con agujeros. Cerré los ojos. Soñé con avena, trigo; quise estar nuevamente en el campo. Todos los que estaban conmigo lo siguieron. Yo no me atreví. Siempre fui un cobarde. Después, supe que los llevó al río y que murieron ahogados. Días más tarde, la mujer lloraba. No barría, sólo rogaba que el hombre le devolviera a sus hijos.

Le hago compañía. Ella me agradece con trocitos de queso.

A veces, miramos juntos la puesta de sol en este pueblo de fantasmas.
                                         Microcuento de Lilian Elphick en Ojo Travieso



3 comentarios:

  1. A donde vaya, a donde llegue este texto, yo vengo por mi queso.
    Felicidades.
    Sergio Astorga

    ResponderEliminar
  2. Mira lo que trajo el ratón.... :)

    Bienvenido Sergio y más si vienes acompañando a tan magnífico texto.

    @}-}--

    ResponderEliminar
  3. Algún día les contaré la verdadera historia de este cuentecillo.
    Abrazos,
    Lilian.

    ResponderEliminar

B I E N V E N I D O !
Aquí no eres un extraño