23 mayo 2011

Nueve de la noche


Son las nueve de la noche de un domingo. En Sol, junto al acceso principal del Metro, se debaten propuestas sobre sanidad pública, educación y cultura; se toman decisiones sobre las comisiones del movimiento; se invita a la gente a participar; se recuerda que hablar delante de todos no es tan fácil, «que da yuyu», que hay que tener respeto y paciencia; se pide que la primera exigencia del M15M sea la absolución de los detenidos y se acuerda que de absolución nada, que debemos exigir el sobreseimiento de los casos. En Sol, junto al acceso principal del Metro, hay minutos hasta para insistir en la importancia de redactar bien las peticiones y de aprender de los que saben y se han ofrecido a enseñar.

Como la Comuna de París en 1871, la España que despierta advierte a la dormida: «nuestro triunfo es vuestra única esperanza». Pero parte de la España dormida no está dormida, sino podrida hasta la médula; y otra parte, algo mayor, se resiste tanto a ver la realidad que se sorprende cuando las televisiones escupen los resultados de unas elecciones que ya eran noticia vieja hace un mes, tres meses, seis meses, un año. Si hubieran mirado a tiempo. Si hubieran escuchado a tiempo. Si hubieran hecho algo a tiempo; algo digno, se entiende, porque no hacer nada es hacer mucho, y guardar silencio cuando se acalla y se castiga a los que anuncian lo que va a pasar, es hacer bastante.

Son las nueve de la noche de un domingo. Mientras los medios dedican sus ediciones al pasado, Sol vive. «No es vivir, es huir», alegan el cínico y el idiota; pero si fuera huir, lo sería en el sentido de Blas de Otero: «Salió una noche/ echando espuma por los ojos, ebrio/ de amor, huyendo sin saber adónde:/ adonde el aire no apestase a muerto.» Tomamos decisiones que triunfarán o no, pero las tomamos; reforzamos la voluntad de cambiar las cosas y volvimos a hablar. Los que nos culpan, mienten; los que se deprimen, llegan tarde. «No nos representan», insistimos. Ni estamos aquí para velar un cadáver ni vamos a derramar lágrimas por él. Que las derramen otros: sus beneficiarios.


Texto de Jesús Gómez Gutiérrez en Malasaña. En pruebas.
Instantánea de Lunazul 76 en Flickr

17 mayo 2011

Así de mucho!


Despertarme todos los días
y saberte cerca
casi tocándome con la mano
defendiendo la sangre en el tiempo.
Eres tú como la seda, con todo,
esa parte de mi, igual a mi
que me acompaña melodiosamente,
y en tu mirada
reflejos de mi
y en tu sonrisa
mis labios
toda yo, como tú
dos iguales de la mano
desde el principio
al fin
A mi hermana. 

Fotografía de MY Jalilli 



"¡No dejéis que salgan a la calle, no sea que se den cuenta de los muchos que son!"
El Roto      

14 mayo 2011

Fíjate



Fíjate, estoy aquí sentada mirándote con atención, absorta en el movimiento de tus ramas, con la mente ocupada en un poema que he leído esta mañana, y sin más en la cabeza que esas palabras y el contoneo de tus hojas; y estoy bien. No hago nada, llevo rato sin hacer nada y no me angustio ni pienso que soy una inconsciente, ni siquiera sufro por las cosas que quedan por hacer. Ahora estoy a gusto aquí sentada viendo pasar el tiempo sobre tus hojas. El sol acude, como cada día, fiel a su cita y antes de que entre por la puerta, cierro los ojos para luego abrirlos y así sentir más su calor. Fíjate, ya amanece.

Mañana será otro día y las cosas pendientes seguirán en su sitio, sin moverse, esperándome, como si el tiempo no hubiera pasado.

***
“[...]
O puede sencillamente
que lo que eche de menos
sea un jardín que cuidar
que me saque de estas paredes
de carne y sangre
que me salve de este yo
que ya me cansa.”

Estrofa del poema “Que ya me cansa” de Ana Pérez Cañamares
incluido en el libro “Alfabeto de cicatrices. 2010
Cuadro  "Jardín de las Delicias". El Bosco