31 diciembre 2007

Ese día

Imagen de Lyubomir Bukov "Two of us"


Ese día igual habían decidido marchar. Venían preparándose todo el año. La plaza del pueblo comenzaba a llenarse, y ellos creían que los esperaban. Fue un gran esfuerzo seguir juntándose. Los aquejaban las enfermedades de la edad, los tratamientos que se prolongaban, los recuerdos que los invadían, los hijos que se habían ido.

Pero estaban decididos. Era por la tarde. Durante la semana los habían anunciado con toda la propaganda que hace el municipio. Esa propaganda donde primero va el nombre del intendente, y que quiere mostrar que él es el que hace todo por la gente, cuando toda esa plata le viene de la provincia. Los camiones, los carteles de las obras en las escuelas, los hospitales, en la televisión por cable, todo parece hacerse porque él es el generoso. Seguramente nada se hace sin que el intendente no lo sepa.

A los viejos les habían prometido, un escenario, equipo de sonido, micrófonos; lo de la alfombra no les interesaba. El sonido lo necesitaban para poder amplificar sus voces. El coro de los abuelos, con más de 75 años, había ensayado todo el año. Tenían zambas, chacareras, tangos, chamames, recitados del cancionero popular. No iba a aceptar la extorsión.

Los lacayos del intendente se acercaron a los viejos que estaban reunidos en un rincón de la plaza. Fueron directos. El acto lo organizaban ellos, en nombre del intendente. Si no era así, no íban a tener sonido, escenario, publicidad, locutores, y cena. La infraestructura municipal que se usa cotidianamente con todos los complacientes que se venden rapidamente y lo siguen sosteniendo en sus negocios.

Esta vez no iban a aceptar el apriete. Dicen que otras veces no se dieron cuenta en como los utilizaban: llevando el coro de abuelos a cantar por los asilos, las escuelas, los actos patrios, sin saber que iban en nombre del intendente. A uno de los sátrapas que manejaba el acto le avisaron que iban a marchar igual. Rengos, doloridos, cansados, pero con la dignidad que no se vende.
Eran unos doce. Los vi pasar detrás una agrupación de gauchos a caballo y antes de los bomberos. Llevaban un estandarte que identificaba a su asociación. Iban con esas canosas cabezas en alto, seguros, sonrientes.

No tuvieron el escenario, el sonido, los pequeños privilegios con que los políticones compran demagógicamente a la gente. Estos conocen las necesidades y hasta donde los tienen de rehenes. A veces hay que saber decir que no. Eso nos enseñaron, ese día, los viejos.


Carlos Liendro
Grand Bourg, 30 de diciembre de 2007