30 abril 2020

Día de otoño

 Música: Downtown Train - Tom Waits

Día de otoño
Señor: es hora. Largo fue el verano.
Pon tu sombra en los relojes solares,
y suelta los vientos por las llanuras.
Haz que sazonen los últimos frutos;
concédeles dos días más del sur,
úrgeles a su madurez y mete
en el vino espeso el postrer dulzor.
No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas,
inquieto como el rodar de las hojas.
                                                            Rainer Maria Rilke






22 abril 2020

Entonces



     Entonces,
en los atardeceres de verano,
el viento
traía desde el campo hasta mi calle
un inestable olor a establo

y a hierba susurrante como un río

que entraba con su canto y con su aroma
en las riberas pálidas del sueño.

Ecos remotos,
sones desprendidos
de aquel rumor,
hilos de una esperanza
poco a poco deshecha,
se apagan dulcemente en la distancia:

ya ayer va susurrante como un río

llevando lo soñado aguas abajo,
hacia la blanca orilla del olvido.

                                                   Poema de Ángel González  

21 abril 2020

Han venido

            

Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.
 
 Alejandra Pizarnik

20 abril 2020

Dime cómo pasó


Madrid desde la azotea de la Cruz Roja

Dime cómo pasó.
Todo se volvió plomizo, sin sentido.
Tú con la voz ronca y esa radiante sonrisa
y una tristeza interminable en los ojos.
Caminábamos juntos y nos mentimos,
de una forma natural,
pestañeando y cerrando los ojos para no ver. 
Ahora, cuando ya no hay remedio,
quiero ver la ciudad.
Acompáñame a andarla de cabo a rabo,
-antes de que nos señalen desde arriba-
por calles y avenidas sin coches
entre interminables árboles negros y muros sin vida,
como gotas de lluvia en caída sin fin.
Cómo seguir adelante sin pensar, sin mirar, sin oler,
sin tocar,
con el alma rota y los pies endurecidos. 
La ciudad agotada y silenciosa,
implorando salir de la rutina,
clama debajo y a lo lejos.
Y un hachazo de angustia nos
parte el alma en dos.
Ayúdame a pasarlo y a tragar
siempre a gatas o a pie, arañando las piedras.
Que el feliz final parece no llegar
Al menos para ti.