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Madrid desde la azotea de la Cruz Roja |
Dime cómo pasó.
Todo se volvió plomizo, sin sentido.
Tú con la voz ronca y esa radiante sonrisa
y una tristeza interminable en los ojos.
Caminábamos juntos y nos mentimos,
de una forma natural,
pestañeando y cerrando los ojos para no ver.
Ahora, cuando ya no hay remedio,
quiero ver la ciudad.
Acompáñame a andarla de cabo a rabo,
-antes de que nos señalen desde arriba-
por calles y avenidas sin coches
entre interminables árboles negros y muros sin vida,
como gotas de lluvia en caída sin fin.
Cómo seguir adelante sin pensar, sin mirar, sin oler,
sin tocar,
con el alma rota y los pies endurecidos.
La ciudad agotada y silenciosa,
implorando salir de la rutina,
clama debajo y a lo lejos.
Y un hachazo de angustia nos
parte el alma en dos.
Ayúdame a pasarlo y a tragar
siempre a gatas o a pie, arañando las piedras.
Que el feliz final parece no llegar
Al menos para ti.
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Aquí no eres un extraño