Texto: Bertolt Brecht (Alemania, 1858-1956) de "Diálogos para fugitivos".
Fueron escritos en 1940-1941 por el dramaturgo alemán durante su exilio en Finlandia. También los protagonistas de los diálogos, Ziffel, científico, y Kalle, obrero, huyen del nazismo. Sus conversaciones en la estación de Helsinki nos remiten en clave casi siempre irónica a temas como el poder, la guerra, la democracia...
Ziffel miraba con aire sombrío los polvorientos jardines del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde le tenían que renovar su permiso de residencia. En un periódico sueco, expuesto en una vitrina, había visto las noticias sobre el avance de los alemanes en Francia.
Ziffel: La gente hace fracasar todas las grandes ideas.
Kalle: Mi cuñado estaría de acuerdo con usted. Le atrapó un brazo el engranaje de una transmisión y tuvo la idea de abrir un estanco, en el que vendería también artículos de mercería, como agujas, hilo y algodón de zurcir, porque a las mujeres ya les gusta fumar, pero no les gusta ir al estanco. La idea fracasó porque no consiguió la licencia. Pero no importó mucho porque, de todas formas, nunca habría reunido el dinero necesario.
Ziffel: Eso no es lo que yo llamo una gran idea. Una gran idea es la guerra total. ¿Ha leído usted cómo, durante estos días, en Francia, la población civil ha perturbado el curso de la guerra total? Dicen que ha echado por tierra todos los planes del Estado Mayor. Ha entorpecido las operaciones militares, ya que las oleadas de fugitivos bloqueaban las carreteras e impedían los movimientos de tropas. Los tanques quedaron detenidos por el gentío, cuando por fin se han inventado ya máquinas que ni siquiera se atascan en un pantano y que pueden derribar un bosque. Las gentes hambrientas han devorado las reservas de provisiones de las tropas. Así que la población civil se ha revelado como una verdadera plaga de langosta. En el periódico, un experto en cuestiones logísticas subraya con inquietud que la población civil se ha convertido en un grave problema para los militares.
Kalle: ¿Para los alemanes?
Ziffel: No, para los propios; la población francesa, para los militares franceses.
Kalle: Eso es sabotaje.
Ziffel: Por lo menos en el resultado. ¿Para qué sirven los más meticulosos cálculos del Estado Mayor, si el pueblo siempre se mete por medio y provoca la inseguridad en el escenario de la guerra? Ni las órdenes, ni las advertencias, ni las exhortaciones, ni las llamadas a la razón, parecen haberlo remediado. Apenas aparecían sobre una ciudad los aviones enemigos con sus bombas incendiarias, todo lo que tenía piernas salía corriendo, sin pararse a pensar ni por un momento que perturbaban sensiblemente las operaciones militares. Los habitantes emprendían la huída sin consideración.
Kalle: ¿Y quién tiene la culpa?
Ziffel: Se tendría que haber pensado a tiempo en la evacuación del continente. Sólo el alejamiento total de la población podría permitir el desarrollo racional de las operaciones y el aprovechamiento íntegro de las nuevas armas. Y tendría que ser una evacuación permanente, porque las guerras modernas estallan con la rapidez de un rayo, y si en ese momento no está todo dispuesto, es decir, si no se ha quitado de en medio a la gente, todo está perdido. Y esta evacuación tendría que llevarse a cabo en el mundo entero, porque las guerras se propagan a una velocidad vertiginosa y nunca se sabe dónde se va a desatar la ofensiva.
Kalle: ¿Una evacuación permanente en el mundo entero? Eso requiere organización.
Ziffel: Existe una sugerencia del general Amadeo Stulpnagel que sería aplicable, al menos como solución provisional. El general propone que la población civil propia sea depositada, por medio de aviones de transporte y paracaídas, detrás de las líneas contrarias, en territorio enemigo. Esto produciría un doble efecto en el sentido deseado. Primero, se liberaría el campo de operaciones propio, el despliegue de las tropas se podría efectuar sin contratiempos y los víveres beneficiarían íntegramente al ejército; segundo, se sembraría el desconcierto en la retaguardia enemiga. Las vías de acceso y las líneas de comunicación del adversario serían bloqueadas.
Kalle: ¡Eso es el huevo de Colón! Como ha dicho el Führer, los huevos de Colón están tirados por las calles. Basta con que venga alguien y los levante, con lo cual se refería a sí mismo.
Ziffel: Esta idea es auténticamente alemana por su audacia y su carácter no convencional... Pero no es una solución definitiva del problema. Porque, como es lógico, en represalia, el enemigo también lanzaría inmediatamente a su población civil en territorio contrario. La guerra siempre se rige por el principio "Ojo por ojo, diente por diente". Una cosa es segura: si no se quiere que la guerra total quede sólo en proyecto para el futuro, habrá que encontrar una solución. La alternativa es muy sencilla: o se hace desaparecer a la población, o la guerra es imposible. Cualquier día, y pronto, habrá que tomar una decisión.
Ziffel vació su vaso tan lentamente como si fuera el último. Después, se separaron y se alejaron, cada uno por su lado.
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